Entre el veto las urnas - Derrota legislativa y campaña en un escenario incierto…
La
pérdida de aliados en el Congreso debilita al Gobierno, que apuesta de lleno a
la campaña electoral.
La pérdida de aliados en el Congreso debilita al Gobierno, que apuesta de lleno a la campaña electoral.
© Escrito por el Doctor Nelson Castro el domingo 10/08/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Esta semana el Gobierno recibió una brutal paliza. Se la propinó la
Cámara de Diputados con la media sanción de la Ley de Financiamiento
Universitario y de la Ley de Emergencia en Salud Pediátrica. Este último
proyecto es una consecuencia de la crisis que compromete al Hospital Nacional
de Pediatría Juan Garrahan. De cara al futuro de estos dos proyectos es
fundamental tener en cuenta los guarismos de las votaciones.
El proyecto de Financiamiento Universitario obtuvo 158 votos, siendo
apoyado por los diputados de Unión por la Patria, Democracia para Siempre, la
Coalición Cívica, el Encuentro Federal, la mayoría de la Unión Cívica Radical,
tres del PRO –Héctor Baldassi de Córdoba, Álvaro Gónzalez de la Capital Federal
y Sofía Brambilla de Corrientes– y una de Innovación Federal, Pamela Caletti.
Es decir que la aprobación estuvo a punto de alcanzar los dos tercios de los
votos: le faltó uno. En cambio, el proyecto para el financiamiento del Garrahan
logró 159 votos y alcanzó así los dos tercios. Por lo tanto, si, ante el
largamente anunciado veto por Javier Milei, el proyecto del Garrahan repitiera
la misma votación se transformaría en ley, mientras que el de Financiamiento
Universitario quedaría a un voto de revertir la medida del Presidente. De haber
existido puentes de diálogo con los sectores políticos que le son afines, el
oficialismo podría haber evitado algunas de estas situaciones. Pero, como lo
vienen demostrando los hechos, el diálogo ha sido una de las carencias más
impactantes de este gobierno.
Las palabras que el viernes por la noche pronunció el Presidente por la
Cadena Nacional de Radio y Televisión fue la confirmación del porrazo que se
dio el Gobierno. Fue un discurso claramente electoral. El proyecto de ley para
penar a los legisladores que aprueben presupuestos que incurran en déficit
fiscal no tiene ninguna chance de ser sancionado por este Congreso y probablemente
muy escasas posibilidades en el que quede configurado a partir del 10 de
diciembre venidero. Lo más fuerte y dramático que expresó fue cuando les dijo a
los legisladores: “Si ustedes quieren volver atrás, me van a tener que sacar
con los pies para adelante”. Fue un mensaje para los opositores que siguen
soñando con el efecto helicóptero con el que azuzan la caída del Gobierno. Ese
no es el juego de la democracia.

Consciente de eso y su debilidad política en el Parlamento, Milei ha
comenzado a ponerle el cuerpo a la campaña electoral. Si bien en su alocución
habló de la importancia de la elección a legisladores nacionales que tendrá
lugar en octubre, es consciente de que los comicios para senadores y diputados
provinciales en la provincia de Buenos Aires tendrán un impacto político muy
fuerte. De ahí su presencia en el acto de lanzamiento de campaña en La Matanza.
Los números de las encuestas de las consultoras que trabajan tanto para el
oficialismo como para la oposición están mostrando que La Libertad Avanza unido
a lo que queda del PRO está perdiendo. No será fácil. El panorama se revierte
en la elección de octubre.
Todo esto genera una incertidumbre que complica el plan económico del
Gobierno. Los dólares siguen faltando. Los dólares del colchón siguen sin
salir. Por eso se toman algunas medidas que causan risa. La última fue la de
autorizar el pago del combustible con la moneda norteamericana. Como bien dijo
el viernes por la mañana un automovilista entrevistado en radio Rivadavia: “Los
pocos dólares que tengo son para ahorrar y no para llenar un tanque de nafta”
(sic). La cultura del ahorro en moneda dura lleva años en nuestro país y tiene
un arraigo muy profundo en la gente. El que se quemó con leche ve una vaca y
llora.
La intransigencia que le ha traído dolores de cabeza al Gobierno en el
Congreso le ha dado buenos resultados en la Ciudad y en varias provincias. El
cierre de alianzas y los nombres que suenan en las listas son una prueba de
ello. La magnitud de la capitulación total del PRO en su propio distrito
sorprendió a más de uno. Ya no se trata de sostener alguna banca más o menos en
la futura conformación legislativa sino de su propia subsistencia. Hay quienes
piensan –y con razón– que hubiera sido más digno en términos políticos y
personales aguantar la derrota y seguir jugando el rol de oposición
constructiva o dialoguista. Una vez que pase el estruendo de la caída, se verá
cómo quedarán acomodadas las fichas. Los y las que salieron a agitar y defender
la identidad del amarillo puro con videos en sus redes sociales deberían
recordar cómo votaron en los últimos dos años algunas de las leyes más
controvertidas en el Congreso. Nada se cuece de un día para el otro.
La política siempre da revancha y Horacio Rodríguez Larreta lo sabe.
¿Quién puede discutir ahora los valores y principios políticos del PRO?
¿Existen aún esos valores? El tiempo lo dirá.
El frente conformado por la Coalición Cívica, el larretismo y Confianza
Pública salió a la cancha para captar los votos de los porteños que ya no
quieren ser rehenes de los extremos. Hay dos ausencias importantes que dejaron
un sabor agridulce en esa construcción: Ricardo López Murphy, a quien no hubo
forma de convencer –tal vez porque una parte díscola del PRO podría estar
sosteniéndolo– y la UCR, que, de manera incomprensible, decidió ir con Martín
Lousteau y Facundo Manes como cabezas de lista. Mucho ego y pocas nueces.
El peronismo de la Capital aprendió la lección de mayo. El acuerdo del
nuevo sello –Fuerza Patria– logró la adhesión de Principios y Valores de
Guillermo Moreno, y de Seamos Libres, el armado del exjefe de Gabinete Juan
Manuel Abal Medina junto con el Movimiento Evita.
Como se ve, no hay nada nuevo bajo el sol de la política vernácula salvo
el temor a la baja participación que, de volver a repetirse, será un dolor de
cabeza para toda la dirigencia argentina y un indicador claro de que la clase
política debe subir la vara para contagiar a un electorado que está cada vez
más cansado de su desconexión con la realidad.